Un canto para el agua
“Altamar”, 34 Premio Nacional de poesía, Universidad de Antioquia (2016), del poeta Juan Guillermo Sánchez, está dividido en tres partes (Las voces del subsuelo y los yacimientos, El libro de los sucesos y Paisajes) entrelazadas a través de un lenguaje sencillo que le devuelve la voz a todo aquello que en la búsqueda del mal llamado progreso, se nos ha vuelto invisible y marginal. Entendido este libro como una suerte de génesis en donde Juan Guillermo Sánchez mece el agua contenida en un cántaro sagrado y la obliga a fluir, nos adentramos en el silencio paciente de las montañas, que son también nosotros y que nos recuperan mientras ese yo se recita y su canto se hace pluralidad; su constante flujo elimina la distancia entre lo que la razón occidental se ha dado a negar y lo primordial que se va nombrando, bautizado por su palabra para contenernos en su fuerza. Cada una de las presencias que atraviesan Altamar se manifiestan desde un secreto abecedario que hemos olvidado y que se recuperan en este libro. Son estas las voces de la tierra, del cielo y del agua, que redescubrimos como si la palabra las despertara de su letargo y de repente, encantadas, nos tomaran.
Como en la poesía de Whitman, Altamar no es fin sino puente, esto lo ha señalado su autor que nos invita al gran viaje en donde el paisaje habla, las cosas todas devienen naturaleza y esta deviene lenguaje, volviéndose un canto que dignifica los elementos. Pero este recorrido no es solo geográfico, es también el paisaje de nuestros sueños, un paisaje mental, espiritual e histórico que hace referencia a un mundo ancestral que se recuerda en su voz. Un yo desfragmentado, en tensión, donde lo múltiple se hace uno y ese uno es la presencia, la celebración del agua que fluye, del viento que pasa, levanta este libro.
En la primera parte, Las voces del subsuelo y los yacimientos, el autor se arroja desde su canto, sin olvidar que una de las tareas de la poesía es nombrar y resistir ante la atrocidad y lo despreciable, hacia un viaje interior cuya geografía fluye a través de la multiplicidad y de un tiempo que recita el mundo mientras lo ordena:
yo soy la lluvia
la música del aire
el acuífero cantando transparencia
yo soy el riachuelo
el tejido
la puntada que ata el cerro con el mar
También está el otro lado, la otra orilla de este viaje que pertenece al afuera, al tiempo lineal, lejos del encantamiento y que resiste contra la hostilidad del ser humano:
las estadísticas estiman que en la Amazonía
se encuentra un décimo de todas las especies
la mitad de todas las selvas lluviosas
y un cuarto de todo el carbón de la tierra
descansando todavía
en
el
subsuelo
El pulso de esta primera parte, su música, está marcada por la confluencia entre el adentro y el afuera que termina por hundir al lector en la marejada misma del agua. Es el tiempo de lo circular, la gran memoria universal que restaura lazos:
yo soy la memoria
la nieve
el rastro de la cola del faisán
yo soy el olvido
el índigo
los abedules rojos creciendo junto al hielo
El libro de los sucesos, segundo canto de "Altamar", está compuesto por 8 poemas que aunque parecen corren de manera independiente y no gotean bajo el mismo pulso de la primera parte, nos ofrecen diversos microcosmos en donde prevalece un yo que se mueve entre la cotidianidad pero regresa entre verso y verso a lo plural. En esta segunda parte, el lenguaje cambia, nos lleva a veces desde el humor a territorios íntimos que nos permiten ver un poco más la vida ordinaria de la voz que habla. Esos encuentros que se materializan y constituyen el universo simbólico del poeta, ya no abocados a la reflexión sobre un mundo original que se rescata, sino instalados en un presente que resplandece, son un giro inesperado en el libro, pero se mueven bajo la misma atmósfera que crea "Altamar".
yo sé quién soy, yo voy de paso
yo voy riendo así como los patos
La última parte del libro, Paisajes, nos lanza a lo plenamente visual, el poema es continente y contenido, reflejo de sí mismo que termina por volver al elemento esencial; la imagen que es lenguaje y nos dice que la realidad no es una, es muchas y estos poemas lo atestiguan. Nada es lo que se ofrece y allí está lo cardinal.
Camila Charry Noriega
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