Para Santiago P.
André Breton cumple cien años y está bien.
Esa vez que murió Breton nos juntamos todos
A bailar. ¡por Nadja! Decíamos
Tirando al aire las copas
contra las estrellas, y él miraba
la farsa y daba cuerda a su reloj
de polvo: - “Es que no hay eternidad,
Muchachos, es que no hay eternidad”
Gonzalo Rojas
El problema de la nueva poesía: renovar e innovar
Renovar e innovar fue el gran reto del surrealismo y no era para menos, toda la Europa del siglo XX fue un ajuste de cuentas frente a las formas de hacer arte, por tal razón aparecen las vanguardias una tras otra, quizá con una década de diferencia dejando un cúmulo de obras, sobre todo en la pintura como es el caso de Max Ernst, Jean Arp, Paul Delvaux, Victor Brauner, Francis Picabia, Giorgio de Chirico, entre otros. En cuanto a los poetas, el surrealismo nace de la palabra poética en una suerte de magia, sueño, vigilia y locura. André Bretón, Paul Eluard, Luis Aragón se cuentan entre los primeros a los que se une nuestro poeta Robert Desnos (1900-1945) quien los impresionará por su entrega y quien fuera una especie de médium entre el más allá metafísico y el golpe a la razón. En su vida literaria Desnos fue un volcán en permanente erupción, un encantador en la experimentación surrealista. Su obsesión lo llevó a parodiar, desde una visión de tira cómica para la radio, a héroes como Fantomas, archivillano, espíritu criminal, protagonista de novelas policiacas escritas por Marcel Allain (1885-1970) y Pierre Souvestre (1874-1894). También escribió una novela, “¡La libertad o el amor!”; texto que no está escrito bajo los parámetros de la novela tradicional sino como un collage, de lenguaje altamente poético, pero novela al fin y al cabo, en donde mezcla la prosa poética, la fotografía, la pintura, el erotismo, la publicidad, la música y el cine. Esta novela fue calificada por algunos como un poema en prosa o un poema lírico inspirado en el amor, pues no hay que olvidar que su poesía es fundamentalmente erótica Éros c´est la vie (la vida es eros). En ella hay una estructura narrativa y unos personajes y por tanto se la puede catalogar dentro del género novela. “¡La libertad o el amor!”, no es una novela común y corriente, en ella hay un contralenguaje y está inmersa en los postulados surrealistas, contrario a como se concibe la escritura de novelas en estos tiempos, atada a cierto formulismo que deviene de las leyes del mercado. El compromiso del escritor es indagar en la verdadera condición humana, no se trata de una prosa de sonajero, de rápida digestión, sino de una prosa en búsqueda de ese viaje hacia el origen desde la ensoñación.
En la misma línea se encuentran otros poetas vanguardistas que también escribieron novelas. En Latinoamérica hallamos casos como: “La casa de cartón” del peruano Martín Adán; “Primera muerte de María”, prosa de su coterráneo Jorge Eduardo Eielson, reconocido artista plástico, y “Mío cid campeador” de Vicente Huidobro. Novelas escritas por poetas, en donde el lenguaje tiende más a la ensoñación que al argumento. En Colombia, el poeta Juan Manuel Roca escribió una novela en esta misma vertiente, “Esa maldita costumbre de morir”, de título irónico y a la vez juguetón, quizás una burla de sí mismo.
En la primera etapa de la poesía surrealista, resalta una intención predominantemente onírica. Desnos se entregó a esos trances de manera tan seria que Breton le pidió a Man Ray que lo fotografiara a lo largo del proceso y de ello quedó, sobre todo, una foto en la que una mecanotaquígrafa espera ansiosa el momento en que Desnos suelta el chorro de pensamientos plagados de imágenes y delirio que después llamarían escritura automática.
Los surrealistas fueron conscientes del fracaso experimental del lenguaje que alertó ciertos rumbos de la poesía, pero a pesar de los experimentos fallidos en esa búsqueda larval del mismo, rompen las formas rígidas del verso tradicional que en su decadentismo producía textos eminentemente retóricos. Las vanguardias emergen de ese cansancio y del conocimiento y el rechazo de la tradición. En esa avanzada de la poesía se podría hablar de los nombres que contribuyeron, sin duda, a dar a la poesía de los años de guerra y de la posguerra su orientación: Guillermo Apollinaire, Blaise Cendrars y Robert Desnos.
La poesía del siglo XX revela la insatisfacción del hombre en la sociedad, la vida moderna lo confunde, es esclavo de ella. De ahí que estos poetas indagaran en diversas fuentes, incluso en las ciencias ocultas o en el mundo de la hechicería. Vivían desconectados, descubriendo y experimentando lo nuevo. De eso dan testimonio Paul Eluard y André Bretón en el libro “La Inmaculada Concepción”, escrito a cuatro manos. El libro es un pozo, un viaje hacia el mundo larval, introspección pura hacia el abismo o hacia la luz, que a través de la indagación poética los lleva a respuestas como que: El hombre no se reproduce en un enorme estallido de risa. El hombre no se reproduce. Solo ha poblado su lecho con los ojos ardientes de su amor.
No menos audaz, Apollinaire se adentra en las regiones más excéntricas de su pensamiento. Franqueando las barreras de lo irreal llega a esculpir sus poemas, casi que con la materia de la que están compuestos los sueños, y los sueños de Apollinaire se trasvasan en los sueños de Desnos a partir de “Alcoholes”, un libro amadísimo por el último,
…Y bebes ese ardiente alcohol como tu vida
Tu vida que bebes como aguardiente
La necesidad de lo nuevo da relevancia al poema en prosa, a los espacios vacíos, a la negación de la puntuación. Algunas veces, en su afán renovador-innovador, olvidan la importancia de conocer la tradición, Eliot lo manifiesta así:
Y aun si la única forma de tradición, de transmisión, consistiera en seguir los caminos de la generación inmediata anterior a la nuestra con una ciega o tímida adhesión a sus logros, la “tradición” debería sin duda desalentarse. Hemos constatado cómo las corrientes simplistas se han perdido entre las arenas; y cómo la novedad supera a la repetición. La tradición encarna una cuestión de significado mucho más amplio. No puede heredarse, y quien la quiera, habrá de obtenerla con un gran esfuerzo. Implica, en primer lugar, un sentido histórico que se puede considerar casi indispensable para cualquiera que siga siendo poeta después de los veinticinco años. [1]
Toda transición produce intentos fallidos, lo que genera tendencias erráticas en el arte moderno. En esta época el hombre se mira más a sí mismo y no era para menos, pues a principios del siglo XX descollaban figuras como Sigmund Freud, Robert Musil, German Broch, Karl Kraus…, con una gama de estudios sobre el comportamiento humano. Este es el ambiente en el que surge el surrealismo y esos primeros surrealistas, antes mencionados, se atreven a romper el cuello al cisne de la tradición y de la razón y se lanzan hacia las premisas de Freud y Breton, para experimentar una nueva forma de hacer poesía.
Dylan Thomas crea un Manifiesto poético donde admite que la creación viene del caos y luego se filtra la razón. Para Thomas, lo importante era encontrar la belleza de las palabras en el poema y en este hallar así una nueva estética. “La inmaculada concepción” de Bretón y Eluard y “El método paranoico-crítico” de Salvador Dalí, van en esa dirección dando forma a una teoría crítica del surrealismo.
Mientras Viena florecía en la música y el pensamiento científico, allí se entronizaba una figura como Sigmund Freud, quien llenaba auditorios exponiendo la teoría del psicoanálisis. Algunos se identificaban con su pensamiento, otros lo rechazaban. Por otro lado, en EU. UU, Albert Einstein, busca la forma de traer a Norteamérica a sus amigos judíos de Viena y Alemania, intenta que se instalen allí aunque fuera en precarias condiciones, casi como refugiados. Herman Broch, por ejemplo, vivió una corta temporada en casa de Einstein. Posteriormente regresó a Viena cansado y al poco tiempo murió. Viena era el refugio de pensadores en la primera mitad del siglo veinte y entre otras, estos jamás cohonestaron con las ideas hitlerianas que penetraban todos los estamentos de la sociedad.
Aparte de lo literario, estos autores teorizaron sobre la condición del hombre-masa, de ello quedaron trabajos como “Masa y Poder” de Elías Canetti, donde se refleja el espíritu de la época, lleno de sabiduría, pero también de incertidumbres a causa de la guerra. En el momento en que las teorías de Freud ganaban espacio en la comunidad científica, “Masa y Poder” es quizá una respuesta al trabajo de Freud “Psicología de las masas y análisis del yo”. El tema de la masa interesó a varios escritores, sobre todo a austriacos como Herman Broch, quien dejó un escrito sobre el tema; “La teoría del delirio en las masas” (1948), este fue un esbozo en esta materia y solo publicó fragmentos en distintas revistas. Se distinguen entre otros teóricos –Gustave Lebon, Wilhelm Reich, este último autor del libro “La función del orgasmo”, que circuló en el ambiente universitario en la década de los ochentas, fácil de encontrar entre los morrales de los universitarios colombianos, en señal de cierta liberación sexual. En este asunto del estudio de la masa, no podemos olvidar tampoco a Ortega y Gasset y Hadley Cantril.
Entre tanto, en Europa las vanguardias artísticas iban tomado cuerpo, cuerpo experimental, arbitrario, de ahí su fugacidad. Un ejemplo es el rápido cambio del simbolismo al acmeísmo, en el caso ruso. El surrealismo, a través de la experimentación con el lenguaje, permitió que los poetas alcanzaran las profundidades del yo, mediante la libre asociación de ideas y el fluir de la conciencia. En el libro “La inmaculada concepción”, André Bretón y Paul Eluard, formularon el siguiente interrogante ¿Con qué autoridad moral se condena el discurso del loco si la racionalidad destructiva del ser humano ha traído, como secuela, millones de muertos? En ese contexto, Breton y Eluard se acercan al discurso del esquizofrénico para buscar mayor autenticidad que en la ciencia. En el manifiesto de 1924, el primero había dicho que los locos, de cierta forma, eran víctimas de su imaginación. ¿Cómo entender cabalmente la escritura automática como proyecto al margen de ciertos discursos excluidos por la racionalidad oficial?
No es la poesía la que debe ser libre sino el poeta
A LA MISTERIOSA
Tanto he soñado contigo que pierdes tu realidad. ¿Habrá tiempo para alcanzar ese cuerpo vivo y besar sobre esa boca el nacimiento de la voz que quiero? Tanto he soñado contigo,
que mis brazos habituados a cruzarse sobre mi pecho, abrazan tu sombra, y tal vez ya no sepan adaptarse al contorno de tu cuerpo. Tanto he soñado contigo, que seguramente ya no podré despertar.
Duermo de pie, con mi pobre cuerpo ofrecido a todas las apariencias de la vida y del amor, y tú, eres la única que cuenta ahora para mí. Más difícil me resultará tocar tu frente y tus labios, que los primeros labios y la primera frente que encuentre. Y frente a la existencia real de aquello que me obsesiona desde hace días y años seguramente me transformaré en sombra. Tanto he soñado contigo, tanto he hablado y caminado, que me tendí al lado de tu sombra y de tu fantasma, y por lo tanto, ya no me queda sino ser fantasma entre los fantasmas y cien veces más sombra que la sombra que siempre pasea alegremente por el cuadrante solar de tu vida.
Robert Desnos
Versión de Francisco de la Huerta
El leiv motiv de la poesía de Desnos es el amor, a veces fantasmal e inasible. Difícil imaginar a un poeta que escribe sobre el amor cuando ha sido condenado por criminales que van hasta el final en sus delirios, capaces de torturar y encerrar como reses a un ser humano. Pareciera imposible encontrar en uno de los bolsillos de su uniforme de confinado, un poema de los pocos que loan el amor, más allá del amor romántico; un poema de tan alta factura cuando se está en cercanía de la muerte. Recordemos que Robert Desnos fue llevado al campo de concentración Terezin (Checoeslovaquia).
A sus escasos 45 años, conoció desde la opulencia hasta la peor de las miserias, como es ser llevado a un campo de exterminio. En el caso de un poeta debe ser desesperante debido a la falta de libertad, el poeta es pájaro, no es posible concebirlo sometido físicamente al delirio del poder, el poeta es el anti poder y mucho más Desnos ya que era anarquista, discípulo de las ideas de Wilde. La de Desnos es una poesía para los sueños, lo intangible, el amor erótico, la divinización del amor, por eso se dice que su poesía es el goce de los sentidos a través del lenguaje, en la poesía de Desnos no importa el argumento, se va en la llama de sus versos a las figuraciones de los cuerpos. Ver en las tinieblas a la amada fantasmal. En sus poemas hay un “yo” descarnado, dirigido a la ausente.
No, el amor no está muerto
Tu voz y su acento, tu mirada y sus rayos,
El olor tuyo y el de tus cabellos y muchas otras cosas todavía vivirán en mí,
En mí que no soy Ronsard ni Baudelaire.
Pero que soy Robert Desnos y que, por haberme conocido y amado,
Los valga bien.
Yo que soy Robert Desnos, para amarte
Y que no quiero añadir otra reputación a mi memoria sobre la tierra despreciable
El amor lo impulsaba hacia varios proyectos que iban desde la radio, la publicidad, el cine y desde luego la poesía y una novela sui generis, inmersa en toda una preocupación vital. Es visto desde el surrealismo como verdadero militante; hizo lo que le dictaba su impulso amoroso hacia todo lo que se moviera en el espacio -tiempo, de una visión del amor pasional, al límite.
Lo que yo amo no me escucha
Lo que yo amo no me entiende
Lo que yo amo no me responde
Así, en esa búsqueda del amor que algunas veces conlleva un sino fatal, procura abarcarlo todo, enamorarlo todo desde la pérdida, porque existen la muerte y el delirio del amor y el amor está inserto en todo, hasta en los bulevares. Desnos era de París y amaba sus calles y por ellas caminó desde niño, merodeando el amor, primero en una jovencita de 14 años siendo él muy joven también. El amor pasional acompañó a Desnos y este tópico fue una suerte de premisa entre los surrealistas. La novela de André Breton, “Nadja”, se traza sobre el amor vehemente y la pérdida de Antonia; esto pareciera cierta forma del amor romántico, pero lo que hay es un grado sumo del sentimiento hasta la destrucción desde el Eros. Son las sombras que acompañan a Desnos, elevadas a la categoría de ángeles como en los poetas románticos, que devienen embrujo de los cuerpos, esto se puede rastrear especialmente en su relación con su segunda compañera, la actriz Ivonne George. Se enamoraron en medio del espectáculo que rodeaba a la cantante. La relación termina y aparece Youki, una mujer fascinante y mundana. Para Desnos, la cantante no sabe ganar dinero, pero tiene un talento fuera de lo común para gastarlo y así lo hacen pasando noches en blanco, perdidos en las calles y las noches de una París ensoñada por el poeta, la París de sus cielos.
Desnos, el mago, consigue lo que Breton no quiso conferir a su poesía: un acento popular. Proclamando contra Breton “el surrealismo de dominio público”, su escritura se erigirá como un monumento lingüístico-onírico. De ahí su gusto por la música popular, su actividad radiofónica, sus incursiones en el mundo de la publicidad, su aversión por toda forma de pedantismo. En este mismo sentido y por su curiosidad insaciable, entendemos sus acertadas irrupciones en la creación plástica, en la escritura de guiones cinematográficos o en la crítica fílmica y musical. A veces era un Show-man dispuesto a caer en trance por cualquier situación. También lo apodaban Robert, el diablo.
En todo caso es un poeta de la resistencia activa que no dejó de creer que había que seguir poetizando el amor, a pesar de las mazmorras.
Celedonio Orjuela Duarte
[1] T. S. Eliot. "La tradición y el talento individual"
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