Gente del común
Pensando en comunidad, Yenny es parte de la avanzada. Ella, examina en lo profundo del que cae, pero también del que se eleva. Es gente del común, con humildad comparte su poética a la orilla del Río Sinú o en auditorios principales de Medellín y otras ciudades donde es invitada. Dialoga con los participantes en sus talleres como una amiga más y sin ruborizarse toma café con intelectuales de diversos colores que reconocen su obra.
En cada palabra dura o dulce, en cada verso sereno o magistral, está la niña grande desde la luz de su alma. Delicada, precisa. Sus poemas de cierres perfectos y un halo misterioso que se me ocurre sube por la espalda, liviano, denso, doloroso y esperanzador. Es la mujer carne y verso, piel y conocimiento.
Es su poesía una voz solidaria, apacible, que acude a su experiencia como observadora y protagonista de la vida que nos corresponde. Y me pregunto cómo los encadenamientos para dar el toque certero en cada cerrojo, objetos de la más fina textura, hecha hilo a hilo con las hebras de su aliento. Se permite el silencio para sentir mejor a los otros y entregarnos su visión.
Yenny se hace a un lado, no para hacer la venia, prefiere el costado para que los que corren lo hagan en campo despejado. Ella sabe esperar por eso su poesía es como ir en una barca con Sidartha en los ríos de Herman Hesse. Esa voz viento, de tanta claridad, a veces, rota, nos deja el peso de su fuerza para avanzar.
En La hierba abre su latido, hay poesía pura, porque su autora no se junta con la poesía, no se cubre con la poesía, la vive, porque hace parte de la gente del común. Y aunque tiene el mundo entero en su cabeza, puede pararse en él o darle la vuelta y conservar intacta su sombra. Desde antes de llegar la lluvia a sus territorios, ella ya ha sentido la transparencia del agua sobre su cuerpo. Así, por endurecida que esté la atmósfera por contaminación mineral o animal, ella lava sus noches para entregarnos un amanecer. Es por eso que sus manos detienen los surcos del látigo.
La Hierba abre su latido, es la mejor manera de acercarse a Yenny, ahí completa y no se asuste si también está usted. Poética donde no hay miedo para volver el rostro y tocar al otro. Inocencia que llega y sin ruido desgarra, su escritura son los ojos de su esencia que pulsa la respiración antes que el trueno toque su puerta. Ella sabe de distancias por eso revisa su equipaje antes de pensar en las líneas del viaje. Hace de la ceniza el canto del fuego. Le pone alas a los huesos del hambre para llegar al olor de la ternura.
Me gusta esta poesía porque logro rebotar entre penumbras y resplandores. Claro, debo llegar despacio, abrir todos mis sentidos hasta esa voz personal que también habla de mí, de mi entorno.
Mery Yolanda Sánchez
Abril 30 de 2018
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