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Foto del escritorRespirando el verano

Tres poemas de María Tabares


Mujer, pájaro y estrella de Joan Miró


Sobre la poesía de Tabares:

“De los tres libros que incluye éste que hoy presentamos, la Sinfonía. De mi sangre nacerán pájaros es el más autobiográfico. En sus cuatro movimientos, una voz nos va guiando por un arduo y hondísimo proceso de transformación. El título de la Sinfonía es a la vez designio, premonición, declaración de voluntad férrea de esa voz que, después de muchas y muchas muertes —muertes definitivas, aunque no fatales—, toma una decisión: la de dedicar su vida a crear más vida: la de pájaros que logren suspender su vuelo ante los otros.”

Emiliano Álvarez, México.




Del libro Sinfonía. De mi sangre nacerán pájaros

Tercer movimiento

Poema en rojo

(Fragmento)

.

1973

Primera muerte


El primer asesinato se lo vi cometer a mi madre.

Fue contra ella misma.

Quién sabe si empuñó la daga

quién sabe si fue mi padre a sus espaldas.

No fue directamente contra mí

pero el muerto cayó rotundo

desgarró mi adolescencia

y derrumbó la casa.

Mi madre, mi padre, mis hermanos y yo

salimos como animales cojos

a buscar otro horizonte

cada cual a su manera.

Durante años, con uno de ellos,

regresé a hurtadillas en la noche

del recuerdo

para abrir una y otra vez los closets,

buscar en los anaqueles de la cocina

las ollas, en los cajones los cubiertos,

en el baño la toalla colgada en la esquina,

y al canario y al sol por la ventana.

Regresé a mi cuarto

también muchas veces sola

jugué

me acosté en la cama

repetí las tareas que ya había hecho.

Volvía para verme una y otra vez

en el espejo y reconocerme

así tuviera la carne transformada

así me doliera y ahogara cargar

con aquel muerto.

Sea como sea

este es el primer asesinato

que recuerdo.


Del libro Álulas


Inspiración


La poesía no irá

ni más lejos ni más hondo

que yo misma.

Atrapada

dentro de esta jaula

al diario mirar que son mis ojos

al diario pensar que ocupa

todas las horas de mis días

atrapada

a estos dedos solo superficie

sin vislumbrar el fondo

ni al pez ciego

luminoso entre lo oscuro.

Pobre poesía mía

pobre

sobreviviente parásita

asida a mis costillas

sin poder plantarse

tierra adentro

colgarse del sol

o del ala de un pájaro.

Amarrada en esta piel

a esta carne

a estos huesos.


Del libro Los sombra

(fragmento)


igual que la aguja reiterada de un reloj

ella,

otro sombra,

dibuja con sus pasos en la calle

un círculo imposible.

Marca el tiempo

su ir y venir

adentro de sí misma

impenetrable.

¿Quién la obligó a la condena del espejo?

¿Quién, al encierro por castigo negándole el perdón?

Ida

recoge del suelo la cobija

única huella de su ensimismado transitar el mundo

y se abraza a la dulzura:

la cobija es la madre de brazos mutilados

el ángel de la guarda que jamás cuidó sus sueños.

Murmura cabizbaja flores blancas que solo ella escucha.

Ningún otro hay para ella

Ningún otro nunca un alguno.

Vive -muere- boqueando de sed

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