En un tono familiar, sin mucho ruido verbal, Charles Simic (Belgrado, 1938), ha reflexionado como poeta sobre la filosofía y como filósofo sin escuela sobre la poesía. En esa doble y discreta condición se mueve “El flautista en el pozo”, un volumen que recoge ensayos, esquirlas de ensayos, viñetas literarias, fragmentos de conversaciones y aforismos, que en buena hora ha traducido el poeta mexicano Rafael Vargas. En esas dos orillas lo acompaña como una constante el humor, como en este paraje bohemio y casi patafísico en el que habla de poesía y filosofía, lejos de cualquier rasgo de solemnidad.
Juan Manuel Roca
Poesía y filosofía
Una de las penurias de nuestro tiempo es que antes de que un artista pueda inventar un ícono, debe componer la trilogía que su ícono fortalecerá.
Harold Rosemberg
Una especie de Academia de Bellas Artes de la que se robaron el busto del filósofo Sócrates de manera que pudiera acompañarlos en lo que habría de ser una noche de beber en serio.
Estaba pesado. Tuvieron que cargarlo entre los dos. Así fueron de cantina en cantina, Hicieron que Sócrates se sentara en su propia silla. Cuando llegó el mesero, pidieron tres vasos. Sócrates se sentó frente a su trago con un aspecto de sabiduría.
Más tarde, en un antro de mala muerte donde actuaban unos gitanos, se les unió un par de mujeres ebrias. Les había encantado su “amigo”. Se la pasaron besando a Sócrates y tratando de hacerle beber vino. La boca se le puso roja. Podría haber estado sangrando.
Cuando comenzó a amanecer dejaron a Sócrates en la parada de un tranvía. El número 2 llegaría lleno de somnolientos obreros fabriles, las puertas se abrirían y allí, en la banqueta, estaría el filósofo griego con su ciego mirar y su boca sangrienta, esperando ser llevado.
Chales Simic (En “el flautista en el pozo”, traducción de Rafael Vargas, Ediciones Cal y Arena).
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